miércoles, 5 de junio de 2013

Libertad

Dicen que la libertad es el mejor regalo que te da la vida. El libre albedrío, la voluntad de hacer lo que quieras y cuando quieras, el tomar tus propias decisiones... Nunca estuve demasiado acostumbrada a esa libertad. Tristemente, y durante toda mi vida, he aprendido a depender de la gente y de situaciones que no me sacan de mi zona de confort. Esto es 100% culpa mía; mi crianza, mi familia, la protección de los cercanos y mi miedo a alejarme. Cuando viajé a Estados Unidos me sentí un poco más libre, era dueña de mi tiempo, de mi plata, de mis relaciones y mis amistades. Mientras trabajara y me ganara la plata, podía hacer lo que quisiera. Hasta el día de hoy siento que parte de esa libertad siempre me acompaña. No tengo que rendir muchas cuentas en mi casa, mientras responda en la universidad poco y nada me pueden decir.

Hace unos días me regalaste libertad. Me dejaste ir. Me libraste de un suplicio del cual yo no podía arrancar. Leo mis posts anteriores (editado: los borré) y me doy pena por haber vivido una relación así, donde ninguno de los dos era feliz, donde el amor se murió y nadie fue capaz de decirlo en voz alta. Me regalaste libertad para volver a mi vida, para aprender a quererme y valorarme, para reconciliarme con amigos y pasatiempos. Me diste la oportunidad de volver a ser la persona feliz que siempre he sido.

Por supuesto que no siempre lo veo así. Durante el día pequeños destellos de luz y pensamientos positivos pasan por mi mente, del tipo "voy a ser feliz pronto" y me siento bien porque es cierto y es obvio. Pero la verdad es que siento que con la libertad que me regalaste también te llevaste una parte de mi. La gente no entiende que estar con una persona por cuatro meses o seis años no difiere mucho en cuanto a sentimientos. La gente no entiende la pena que siento. Tus amigos te dicen que estás bien, que no es para tanto, que eres buena y linda, que mereces más. Pero al final del día, en mi cama, sola, llorando, no entendiendo qué salió mal y esperando una llamada que jamás llegará, me pregunto si es tan así. Los amigos dan todo el amor del mundo, pero no son objetivos. Siempre van a decir que la otra persona fue la maricona que jugó contigo. Pero es que nadie entiende nada.

La libertad que me diste me está llevando a hacer planes. A salir con amigos que no veía desde hace tiempo, a planear viajes y fiestas, a querer volver a tatuarme, a querer verme más linda para el resto, pero por sobre todo me lleva a entender que la vida sigue. Que viví esto hace años y volveré a vivirlo. Que nada es tan grave. Que soy fuerte. Y que te fuiste, que quizás no quisiste ser tan cruel, pero te fuiste, y esa es la conclusión final.

En mi libertad momentánea me siento triste, pero dispuesta a volver a sonreír. A recuperar mi esencia de persona agradecida de la vida, de despertar sabiendo que será un buen día, de hacer sentir bien al resto, de querer a mis amigos y acercarme a mi familia. Quiero volver a ser la de antes, esa mujer llena de vida que nunca se daba por vencida, que daría la vida por la gente que quiere, que tiene planes para su futuro, que quiere viajar por el mundo y conocer todos esos lugares de los que hablamos alguna vez.

Desde mi libertad personal te doy las gracias por dejarme ir, tal vez no fue la forma, pero lo hiciste. Yo no podría, nunca me atreví. Mataste el amor, pero también acabaste con el sufrimiento, y diste paso a otro tipo de dolor mucho más solvente y sostenible. El resto es cosa mía, puedo aprender a vivir así o puedo elegir ser feliz. Puedo elegir ser libre de verdad. Libre.

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